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Love Ride 33: una salida inolvidable

El "Ride out" de Love Ride 33 junto con Luana Montanaro no sólo fue inolvidable, sino también una ocasión para reflexionar.

 

Llevo 25 años trabajando en el sector suizo de la moto, y siempre que he podido he intentado asistir al Love Ride. Porque el mayor evento benéfico de este tipo en Europa es, sencillamente, una buena causa. Inolvidable tanto para los visitantes como, sobre todo, para los principales protagonistas, las personas con alguna enfermedad muscular y/u otros impedimentos.

 

Para ellos en particular, nuestra movilidad cotidiana es cualquier cosa menos una cuestión de rutina. Por eso, año tras año, es una alegría profundamente satisfactoria ver a estas personas sonreír -incluso radiantes- cuando emprenden el recorrido de 60 kilómetros junto a sus "padrinos" en los sidecares o a lomos de los triciclos. Y yo siempre he querido ser padrino.

 

Love Ride 33

Todo listo para el viaje.

 

Love Ride 33: En la carretera con un Ural T-TWD

Finalmente, en el marco del Love Ride 33, que tuvo lugar como de costumbre en Dübendorf ZH el 4 de mayo, funcionó. No tengo moto ni triciclo. Y así, en los preparativos del Love Ride Sam Brüngger y su Gespannservice GmbH en Flaach, cerca de Zúrich solicitó un vehículo de alquiler por correo electrónico. La respuesta no se hizo esperar: "Ciao Daniele. En pocas palabras, sí, puedes tener uno de mis camiones". Cabe señalar que Sam no me conocía en aquel momento. Y por eso estoy profundamente en deuda con él, porque prestarle a un desconocido un vehículo no tan barato -un Ural T-TWD- no es algo habitual.

 

Luana Montanaro y el escritor.

 

Luana, mi pasajera

Pero hablemos ahora de Luana Montanaro, mi copiloto de hoy. A esta joven de 32 años de Thun le diagnosticaron una forma especialmente agresiva de esclerosis múltiple en 2010. Tenía sólo 18 años y estaba a punto de graduarse en el instituto cuando tuvo que empezar el tratamiento y la medicación. Estos la hicieron retroceder, repitió e intentó varias veces terminar el bachillerato, pero con las fuerzas que le quedaban ya no pudo hacerlo.

 

En aquella época, el deporte era la vida de Luana. Jugaba al fútbol en 2ª división en el FC Spiez y era la número 2 del equipo nacional de tenis de su edad. Incluso ganó una vez a Belinda Bencic, recuerda Luana con orgullo. Al final no estudió psicología, como le hubiera gustado hacer después del bachillerato. Ahora recibe una pensión de invalidez y vive con su madre y su hermana.

 

Luana, la luchadora activa

Pero Luana se ha mantenido activa, a pesar de los muchos obstáculos que le han impuesto una vida completamente diferente. Notablemente activa, de hecho. El año pasado, por ejemplo, estuvo en el candelero como "Love Ride Eagle" y, por tanto, como embajadora de las personas con enfermedades y discapacidades musculares, concediendo entrevistas y llamando la atención sobre las necesidades de las personas a las que ella representa. Hoy es embajadora de la Sociedad Suiza de Esclerosis Múltiple y participa en muchos proyectos. Luana da charlas en los colegios y colabora con su club de fútbol favorito, el FC Thun, donde proporciona los abonos al principio de la temporada y es conocida no sólo como la mascota, sino también como la mayor aficionada.

 

Poco antes de la salida, el tiempo seguía siendo perfecto.

 

Admirable prudencia

Sin embargo, Luana también tiene que ir a terapia una y otra vez y tiene quejas por ello. "Es duro, y hay veces que no te sientes necesitada. Sin embargo, tengo todo lo que necesito para una vida feliz y estoy muy agradecida", dice Luana, resumiendo su situación vital con una admirable sensatez, y añade: "Mis compromisos no tienen que ver conmigo personalmente, sino con llamar la atención sobre la enfermedad, hacerla visible. Me dirijo al público en general, pero también a los afectados. Quiero decirles que también deberían disfrutar de las pequeñas cosas y estar agradecidos por ellas. Un evento como el Love Ride es muy valioso en este contexto... también para los familiares de los afectados, por cierto".

 

 

Salida: 60 kilómetros de alegría

Y hablando de eso, pronto son las 11.00 de la mañana y nos ponemos en marcha juntos. Cogemos uno de los cascos proporcionados para Luana, nos dirigimos al vagón Ural y, tras una breve sesión informativa, nos instalamos en o sobre el vagón Ural. Luana lleva con orgullo su camiseta del FC Thun, pero también un abrigo de fibra y mucha agua potable, que necesita como consecuencia de la medicación que toma.

 

Inolvidable manifiesto de solidaridad

¡Por fin salimos! Y con temperaturas entre suaves y cálidas. Cientos -o más bien miles- de curiosos se alinean junto a la carretera, algunos de los cuales se han acomodado en sillas y bancos de camping. Me maravilla la motivación de Luana mientras saluda a jóvenes y mayores por igual. Aunque apenas podemos hablar, percibo lo satisfactorio que es este momento para mi compañera de viaje.

 

 

Y exactamente lo mismo para mí. Los niños al borde de la carretera, sus padres y abuelos, Luana y yo en medio, pero también las 150 personas con una enfermedad muscular u otra deficiencia que nos rodean y los 2.500 motoristas que nos siguen: todo el mundo pasa un rato maravilloso, intenso y totalmente positivo.

 

Mojado, pero realizado

E incluso cuando, para mi horror, el tiempo abre las compuertas en los últimos kilómetros del trayecto -y realmente lo hace- Luana permanece imperturbable. Nos detenemos y la ayudo a ponerse el chubasquero. Luana interrumpe mis ansiosas prisas y dice, completamente relajada: "Todo va bien, la lluvia te pone guapa...". Qué razón tiene. Porque no podemos cambiar la situación y, de todos modos, estamos completamente empapados. Así que disfrutemos y sigamos saludando.

 

 

Valiosa reflexión

De vuelta al lugar del evento, nos lo pasamos bien, nos deleitamos con un buen almuerzo y repasamos el recorrido. Por ejemplo, los momentos en los que dejé que Luana controlara el acelerador durante unos segundos o la situación en la que tuvimos que adelantar al triciclo que teníamos delante porque olía tan mal que nos sentíamos mal.

 

Luana ya ha emprendido el camino de vuelta hacia Thun mientras yo permanezco solo en la húmeda zona de reunión del primer bloque a última hora de la tarde. No hay triciclos ni carruajes en kilómetros a la redonda. Sólo nuestro valiente Ural sigue allí. Y justo antes de emprender el camino de vuelta a casa, me detengo y empiezo a reflexionar.

 

 

Me doy cuenta de cuántas cosas damos por sentadas en nuestra vida cotidiana. Y de lo insignificantes y pequeños que son en realidad ciertos supuestos problemas de los que no estamos afectados, como el mal tiempo, el estrés con los vecinos, los atascos de tráfico, etc. Luana lleva su destino con una dignidad asombrosa. Me impresionó profundamente por su carácter tranquilo, sensato y combativo a la vez, me aterrizó y me recordó que deberíamos apreciar más nuestras supuestas pequeñas libertades en nuestra sencilla vida cotidiana. Que cuestiones como la igualdad y la inclusión nos afectan a todos, porque todos podríamos vernos afectados, directa o indirectamente, mañana. Que deberíamos pararnos de vez en cuando y apreciar más lo que nos rodea.

 

Luana también me enseñó lo sencillo e increíblemente gratificante que es hacer feliz a alguien. Porque en última instancia, y este es probablemente uno de los mejores efectos secundarios de la vida, inconscientemente te haces un regalo a ti mismo. Gracias Luana, ¡"Ride on"!

 

Info: loveride.ch

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